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Casa que estaba ubicada 100 metros sur del cruce de San Rafael de Escazú y que perteneció a doña Emilia Saborío. La época es alrededor de 1950.
Foto de Carmen Odio
Foto de Carmen Odio
Artículo principal - Edición No. 308 - Junio de 2013
Tomado del Diario de Costa Rica
21 de agosto de 1930
Se dijera que una indolencia tropical silencia a los hijos de Escasú, quienes no suelen cantar las bellezas naturales de su pueblo ni los adelantos que el tiempo y la civilización le proporcionan.
Sin embargo, lo que parece una pereza musulmana no es sino resultado de una tesonera y silenciosa actividad. Y, fruto también de una modestia característica de los escasuceños. Todo lo cual no quiere decir que este villorito centenario carezca de encantos naturales, así como de progresos y acontecimientos diarios que den motivo a crónicas constantes, si así quisiera hacerse.
Quienes, desde el río de Los Anonos —lindero con la capital—, hasta la empinada y famosa Piedra Blanca han recorrido y admirado este pedazo de suelo costarricense, tendrán que reconocer que su naturaleza produce sugestiones que bien pueden dar base a la inspiración del más insensible artista.
Fuentes por doquier que se deslizan presurosas entre sus lechos pedregosos e inclinados; jardines de multicolores plantas que aroman el ambiente; plantíos esmeraldinos: cafetales que a veces lucen su traje de un verde refrescante, otras se visten con su albo velo de innúmeros jazmines, cuando no con el rojo de hermosísimas cerezas, que tal semejan sus frutos ya maduros; cañales que se extienden por todas partes y son veneros de riqueza; potreros donde pacen hermosos ejemplares vacunos; verdes maizales que ondean como océanos, mecidos por las brisas, etc.
Luego extendemos la vista hacia la serranía que circunda el caserío, “tacita de flores en medio de una arqueología simbólica de épocas coloniales” —que dijera el filósofo Vicenzi; nuestra imaginación se va tras la ruta que sigue la mirada, hacia la cumbre de los cerros, alturas que cortan en forma irregular la extensión terrestre para incrustarse de lleno, atrevidamente en el zafiro firmamento o en el albo regazo de las nubes; sentimos el deseo incontenible de hollar las cimas, en una ansia inexplicable de conocer lo que se oculta tras el telón natural de esas montañas.
Su importancia industrial
Mas dejemos a un lado la parte propiamente poética, de paisajes clásicos y vamos a lo práctico, a lo que produce vida, a lo que es motivo de la fama de este hermoso pueblo.
Con una población total de 5113 habitantes solamente, Escasú es en cuanto a industrias y agricultura, uno de los lugares más ricos y de mayor progreso, especialmente comparado con otros pueblos cercanos. Unicamente hacia el oeste de la República, con especialidad en la provincia de Alajuela, existe el empuje y desarrollo que se notan en este lugar.
En lo industrial es Escasú uno de los más aventajados lugares; tómese en cuenta que posee más de veinte fábricas de dulces y panelas en producción, varios aserraderos, descascadoras de arroz y café, talleres mecánicos, jabonerías, fábricas de velas, varios importantes establecimientos comerciales, fábricas de escobas, de carretas.
Nueva industria: Ocres y pinturas
Y ahora ha venido a enriquecerse este engranaje industrial con una nueva empresa: la fábrica de ocres y pinturas recientemente establecida a iniciativa de los profesores don Abel Meléndez y don Miguel Perera.
La fábrica a que nos referimos, si bien es cierto que aun no está en completa explotación comercial, llenará en breve una gran necesidad nacional; cual es del abaratamiento de esos artículos con la competencia que pondrán a la importación de los mismos productos extranjeros. También creen los fundadores que puede producirse tiza de todos colores, igual que oxido de zinc o blanco de España, cosas esas que también nos vienen del exterior, a altos precios siempre.
Esta nueva industria local fue establecida en octubre del año pasado con un capital para principiar de dos mil colones dividido en acciones de cien colones cada una; sus principales accionistas por ahora son los señores Meléndez y Perera citados, (este último, como el primero, es fuerte en conocimientos químicos del ramo de pinturas), don Benjamín Zúñiga, Presbítero don Manuel Zavaleta, don Benjamín Herrera, don Honorio Arias y don Rafael Monge.
Hemos visitado el taller, instalado en la espaciosa casa del señor Meléndez y desde el principio pudimos vislumbrar que algún día, la humilde fabriquita de hoy, será una fábrica de grandes producciones en pinturas. Por de pronto sus propietarios instalaron las máquinas y enseres rudimentarios, tales como la muela, los tamices, los molinos pulverizadores, los tanques de sedimentación, el distribuidor, la batidora, etc.
Conversando con don Abel, entusiasta investigador de tierras y piedras de calidad comercial, así como de metales y yacimientos petrolíferos desde hace muchos años, este caballero nos dijo: “Soy optimista de la nueva industria; ese modo de ver las cosas lo baso en lo siguiente: en Costa Rica existen grandes y magníficas vetas de tierra industrialmente laborables, buenas como las más para pinturas de agua y de aceite, así como óxidos en gran cantidad, lo mismo que curiol, que abunda en Guanacaste.”
Por lo pronto hay en la fábrica “El Cigoñal”, de Meléndez & Co. una cantidad regular de productos en ocre y pintura de aceites, que se irá aumentando proporcionalmente a nuestras posibilidades. Solo nos falta, para entrar en actividad comercial, agrega el señor Meléndez, un contingente en acciones, de unos quinientos dólares para adquirir maquinaria e ingredientes necesarios.
Y así, agrega sonriente ese discípulo de Emerson y Marden, lo que hoy ve usted aquí, será una gran fábrica moderna: la trilla que fue al principio manejada por una pobre bestia que murió de debilidad y cansancio, y que hoy es manejada por nosotros los dos maestros a brazo limpio y arremangado, y la tierra que es traída de las montañas en incomodas carretas, serán manejados y acarreados mañana por grandes maquinarias, cuyo canto se mezclará con el de los alegres obreros, para bendecir al trabajo y a la naturaleza.
Nota: En esa época Escazú se escribía con “S”, por lo que se respeta la ortografía original
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