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La Pulpería Ilopania, de Miguel Delgado (Leche de Cabra), ubicada en Escazú centro, es una de las pocas que aún conservan parte de su estilo original. Foto Mario Roldán.
Artículo principal - Edición No. 300 - Junio de 2011
Jorge Montoya Alvarado
La pulpería es uno de los espacios más antiguos que hemos tenido los costarricenses desde la época colonial.
Son lugares de mucha importancia histórica, porque han jugado un papel en la constitución del entorno de nuestra nación y, por ende, de Escazú.
La vida cotidiana en nuestras comunidades siempre ha girado alrededor de las pulperías no solo en la prestación de servicios al cliente, sino como lugar de reunión de diferentes personas: servía de correo, de noticia, de chistes, lugar donde se hacía el comentario deportivo, el político, se hacían chismes y bromas. La pulpería servía como punto de referencia para dar una dirección.
Generalmente estos establecimientos tenían dos puertas y una ventana al centro, con una banca extendida para conversar sobre diferentes tópicos, leyendas, tradiciones, trabajo cotidiano, apodos, etc.
En el interior, un largo mostrador donde no faltaba un gato y un radio donde se escuchaban los famosos tangos, música ranchera y los boleros de la época, incluyendo una pizarra donde se invitaba a bailes, reuniones, excursiones y partidos de fútbol.
Detrás del mostrador se encontraba el pulpero, casi siempre acompañado de su señora esposa, separados físicamente de los consumidores, pero en mayor relación interpersonal que en otro tipo de comercios.
Detrás del pulpero y a los ojos del cliente, el estante, donde había un amarillento rótulo que rezaba: “hoy no se fía, mañana sí”.
El estante estaba con afinidad de productos y artículos: sombreros, alforjas de mecate, rollos de cabuya, trompos, queso en polvo, sardinas en aceite y tomate, achiote, manteca de chancho, escobas, aguarras, guruperas, ollas, cazuelas, comales, salchichón negro, tapas y atados de dulce, candelas, fósforos, gacillas, alfileres, agujas, papel de carta “Congress”, betún, tabaco en rama, pan francés, galletas, bizcocho, quesadillas, enlustrados, cajetas, melcochas, cigarrillos amarillos “Víctor”, “Virginia”, “Piel Roja”, “Ticos”, “Dominó”, “Irazú”, “Royal”, “El Sol”, “Elegante” y “Meca”, jabón de chancho, jabón “Windsor”, pomadas, mentolato, anís, borraja, manzanilla, vino, frijoles, arroz, azúcar negro que se encontraba en un barril erizado de avispas… y muchos artículos más.
Sin embargo, lo que más interesa, no es solamente las cualidades físicas y los artículos que se vendían en las pulperías, sino las actividades que giraban alrededor de éstas, el movimiento de personas, el marco funcional, la repuesta al medio social y la simbolización cultural.
La pulpería es un espacio comunal donde se generan una serie de funciones de comunicación, donde se expresa la vida cotidiana y donde se preserva la historia oral de nuestras comunidades. Es un espacio de reunión, de conversación, de rumores o de un fresco de sirope después de una faena.
Por las mañanas era común ver en sus afueras, una serie de aros con sus respectivos ganchos, que eran vehículos utilizados por los niños, que servían para jugar y para hacer los mandados de la casa o algún vecino.
La “feria” que se daba al final de la compra, estimulaba mucho a los chiquillos y consistía en unos confites azucarados.
Los fines de semana la pulpería se encontraba rodeada de caballos, porque sus dueños estaban comprando el diario con el afanoso salario o jornal; sino se les podía hallar a la par, donde casi siempre funcionaba una taquilla o cantina que era el expendio del aguardiente.
Importante señalar que la mujer no está ausente en el proceso de convivencia armónica desarrollado en este recinto social llamado pulpería, espacio representativo de nuestra idiosincrasia.
“Recordar es vivir” y hablar de la pulpería es recuperar la memoria colectiva, la vida cotidiana de nuestro cantón, Escazú.
La pulpería es un lugar de anécdotas, de tradiciones y ensueños colectivos, de recuerdos y ocurrencias, en un espacio cultural que encierra una cadena interminable de situaciones vividas en el alma de un pueblo.
El arribo constante de modas culturales foráneas han penetrado en nuestra sociedad generando un gran daño a nuestra cultura local, donde violentamente la “libreta de fiado” es cambiada por la tarjeta de crédito.
Peor aún, las voces y expresiones de nuestro lenguaje popular han sido censuradas o aminoradas, al cambiar la pulpería por abastecedor, mini súper o supermercado...
Artículo cortesía de Periódico Escazú 2000
Octubre de 1999 - Título original: Nuestra Pulpería
Octubre de 1999 - Título original: Nuestra Pulpería
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