15 de abril de 2002

Las dianas de mi pueblo

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Una calle de Escazú centro en 1946. En esa época algunas calles tenían un caño atravesado. La casa de la izquierda se mantiene incólume hasta el día de hoy.


Artículo principal - Edición Nº 239 - Abril de 2002

Panchita Flores Valverde

Cuando era jovencita, allá por la década de los años cuarentas, recuerdo que cada 29 de septiembre, a las cinco de la mañana, me despertaban las atronadoras bombetas y la banda tocaba las alegres dianas por las viejas y céntricas calles empedradas del centro de Escazú.

Desde la antevíspera del día del santo patrono San Miguel Arcángel, los viejos hornos de barro chispeaban como rojas amapolas, donde se calentaban hasta “burburiar” y luego con escobas de tuete o uruca se barrían para asar los ricos bollos de pan y las doradas ojalrras de maíz.

En grandes ollas de barro se cocinaba el famoso pastel de chayote sellado con una inmensa tortilla que servía como tapa, adornada con hoyitos de achiote que simulaban bolitas rojas, que nuestras madres llamaban las caras del pastel.

¡Qué fiestas! ¡Qué sabor a pueblo viejo! Las calles de piedra, las casitas de adobes pintadas de azul y blanco, con su jardines y enramadas, llenan nuestras almas de recuerdos nostálgicos.

Como olvidar a nuestras mamás, durante esos días de fiesta, con sus delantales engomados y sus largas enaguas, sirviendo el almuerzo, la sopa de gallina o el picadillo a sus seres queridos o a algún vecino que era invitado a la casa.

Las doradas tortillas de maíz, palmeadas con sus prodigiosas manos, se ponían alrededor del moledero; el café casero se servía con su pan y bizcocho y uno que otro trago de chirrite. No podían faltar los chistes, que entre risas y carcajadas, nos divertían antes del juego de pólvora, en aquella festividad pletórica de güipipías.

Aún me parece escuchar aquellas marimbas y melodiosas guitarras ocultadas en la enramada de bambú de los famosos “chisperos” y la curiosas señoras que, con una oscura toalla, se escondían en las esquinas a ver bailar a mujeres como Martina Cancha, Petra Venada, Rosa Japia, Panchona y otras, y entre cigarro y cigarro de papel amarillo le daba casi la madrugada.

El propio día de la fiesta patronal, después del mediodía se podía disfrutar de la banda y los disfraces, razón por la que nadie se quedaba en casa. Toda la gente se reunía en la antigua plaza y disfrutaban de las ricas comidas, juegos callejeros, tómbolas, el repique de las campanas y de los borrachitos y enamorados. Nadie tenía tiempo para acordarse de la pobreza o la tristeza.

Estas remembranzas que nunca podré olvidar, las viví en mi juventud, en la aurora de mis sueños dorados, donde el amor era sincero y sin malicia, donde se sentía del viento su caricia y del joven su respeto y fineza.

Bendito sea mi querido pueblo donde tanto disfruté, en tiempos buenos y malos, años divinos que no pasaron en vano, y hoy, a mis setenta y cuatro años, en un nuevo sendero de mi vida, puedo disfrutar con alegría y bienestar, compartiendo vivencias como si volviera a empezar.

Correción de estilo: Marco Antonio Roldán

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